Queremos tanto a Julio
Vintecinco anos sen Cortázar.
"Apenas él le amalaba el noema, a ella se le agolpaba el clémiso, y caían en hidromurias, en salvajes ambonios, en sustalos exasperantes. Cada vez que él procuraba relamar las incopelusas, se enredaba en un grimado quejumbroso y tenía que envulsionarse de cara al nóvalo, sintiendo como poco a poco las arnillas se espejunaban, se iban apeltronando, reduplimiendo, hasta quedar tendido como el trimalciatato de ergomanina al que se le han dejado caer unas fílulas de cariaconcia.
Y sin embargo era apenas el principio porque en un momento dado ella se tordulaba los hurgalios, consintiendo en que él aproximara suavemente sus orfelunios. Apenas se entreplumaban, algo como un ulucordio los encrestoriaba, los extrayuxtaba y paramovía. De pronto era el clinón, la esterfurosa convulcante de las mátricas, la jadehollante embocapluvia del orgumio, los esproemios del merpasmo en una sobrehumítica agopausa. Evohé!, Evohé! Volposados en la cresta del murelio se sentían valparamar, perlinos y márulos. Temblaba el troc, se vencías las marioplumas, y todo se resolviraba en un profundo pínice, en niolamas de argutendidas gasas, en carinias casi crueles que los ordopenaban hasta el límite de las gunfias."
"Apenas él le amalaba el noema, a ella se le agolpaba el clémiso, y caían en hidromurias, en salvajes ambonios, en sustalos exasperantes. Cada vez que él procuraba relamar las incopelusas, se enredaba en un grimado quejumbroso y tenía que envulsionarse de cara al nóvalo, sintiendo como poco a poco las arnillas se espejunaban, se iban apeltronando, reduplimiendo, hasta quedar tendido como el trimalciatato de ergomanina al que se le han dejado caer unas fílulas de cariaconcia.
Y sin embargo era apenas el principio porque en un momento dado ella se tordulaba los hurgalios, consintiendo en que él aproximara suavemente sus orfelunios. Apenas se entreplumaban, algo como un ulucordio los encrestoriaba, los extrayuxtaba y paramovía. De pronto era el clinón, la esterfurosa convulcante de las mátricas, la jadehollante embocapluvia del orgumio, los esproemios del merpasmo en una sobrehumítica agopausa. Evohé!, Evohé! Volposados en la cresta del murelio se sentían valparamar, perlinos y márulos. Temblaba el troc, se vencías las marioplumas, y todo se resolviraba en un profundo pínice, en niolamas de argutendidas gasas, en carinias casi crueles que los ordopenaban hasta el límite de las gunfias."
Etiquetas: in memoriam, literatura
2 Comentarios:
Amigo Bouzafria o leelo me parece oílo recitandoo pois senon mekivoko vostede sabía de memoria ese extraordinario párrafo, que por outro lado me lembra o gran talento do nunca ven valorado Mariano Ozores (Al este del oeste, Los bingueros, que grandes filmes!!, que só o paso do tempo porá nas cumes do cinema). S2 :-D.
Amigo Hipatia, desculpe a miopía, pero non acerto a ver a relación entre Cortázar e Mariano Ozores.
Polo outro, si, sabíao de memoria ( as outras dúas persoas que eu sabía que o sabían eran o meu amigo Juan Luis F.L., agora de profesor uiversitario en Lugo, e o experto en Cortázar Andrés Amorós). Eu tiña a inocente idea de que a declamación do capítulo 68 a certas horas da noite e a rapazas selectamente escollidas podería dar algún bo resultado. Xa sabe vostede do fracaso daquelas operacións.
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