03 julho 2007

Brideshead 1

"Mientras esperaba en la oscuridad, me horrorizó percatarme de que algo dentro de mí había muerto silenciosamente tras un largo período de deterioro, y me sentí como el marido que, después de cuatro años de matrimonio, se da cuenta de repente de que ya no siente deseo, ternura ni aprecio por la mujer que una vez amó; ningún placer en su compañía, ningún interés en gustarle, ninguna curiosidad por nada que ella pudiera hacer, decir o pensar; ninguna esperanza de que las cosas se arreglen, ningún sentimiento de culpa por el desatre. Yo conocí todo esto, el triste compás de la desilusión marital; todo eso lo habiamos pasado juntos, el ejército y yo, desde los primeros galanteos intempestivos hasta ahora, cuando ya no nos quedaban más que los fríos lazos de la ley, el deber y la costumbre. Yo había representado todas las escenas del drama conyugal, había visto cómo las primeras rencillas se hacían cada vez más frecuentes, cómo las lágrimas afectaban menos, cómo las reconciliaciones eran menos dulces, hasta que todo ello engendraba un sentimiento de despego y de crítica indiferencia, y la creciente convicción de que el culpable no era yo sino la amada. Percibía las discordancias de su voz y aprendí a escucharlas con recelo; capté la incompresión tajante y resentida que se leía en sus ojos y el rictus obstinado y egoísta de la comisura de sus labios. Le conocí de la misma manera que se conoce a la mujer con la que se ha compartido la casa, un día sí y otro también, durante tres años y medio; conocí sus hábitos de desaliño, descubrí lo rutinario y mecánico de sus encantos, sus celos y su egoísmo. El encantamiento había terminado y ahora la veía como a una antipática desconocida con la que me había unido indisolublemente en un momento de locura."

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